Un escritor dijo esto: “No se deje engañar por mi. No se deje engañar por la cara que llevo puesta. Llevo puesta una máscara... Doy la impresión de ser seguro, que todo está alegre y sereno en mi interior y también en mi exterior, que la confianza me identifica y la serenidad es mi plan de juego, que el agua está en calma, yo estoy al mando y no necesito a nadie. Pero no me crea por favor”
Nuevamente me he encontrado con personas que preguntan ¿Cómo estás? ¿Bien?... Y otra vez me digo: ¿Qué otra respuesta mas que `bien´ se podría dar a semejante pregunta? ¡Si la persona no espera otra clase de respuesta!...
Sería complicado tener que enfrentar la posibilidad de un problema al que darle solución, un corazón para consolar, un consejo para dar o simplemente un hombro para llorar...
Conozco poca gente que pregunta ¿Cómo estas? Y espera la verdadera respuesta... El pastor de la iglesia de mi juventud es una de ellas... y todavía lo llamo “mi pastor”, ¡luego de mas de 25 años de no congregarme en su iglesia!... Algunas amigas también lo hacen...
Charles Swindoll dice que debemos ser: “compasivos para dar una mirada conocedora, al igual que amor y aceptación, necesarias para que los enmascarados bajen la guardia”
Para abrir nuestro corazón a otros necesitamos intuir que tienen este sentir... Para que los demás lo abran ante nosotros, ocurre exactamente lo mismo...
El Señor Jesús tenía ese sentir...
Y el apóstol Pedro nos dice que debemos tenerlo nosotros también...
“Finalmente sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables...” (1ª Pedro 3:8)
Si somos concientes del Amor de Dios, podremos transmitirlo a otros y mostrarles compasión
“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento...” (Efesios 3:17-19)
Recordemos: Las máscaras que nos ponemos son como la cera, que se derrite con el calor... Si las personas encuentran en nosotros la calidez de Cristo, dejarán que veamos más allá de su exterior...
